martes, 6 de septiembre de 2011

Restaurante El Olivo

Castillo de Tajarja es un pequeño (pequeñísimo) pueblo granadino al que se puede llegar por la autovía a Málaga y desviándonos hacia el Sur para hacer los últimos kilómetros por una diminuta y mala carretera que parece terminar en el mismo pueblo.

El paraje puede ser completamente desolador si se vislumbra entre las 3 y las 5 de la tarde de un sábado de mediados de julio: una temperatura que ni me atrevo a adivinar, ni un alma por la calle, todo cerrado a calicanto.

Pues bien, os preguntaréis... y este, ¿qué narices hace en el culo del mundo granadino en julio con el calor que pega por allí? La respuesta está en el título de la entrada: el restaurante El Olivo. Habíamos oído hablar de él por Gabriel que nos lo comentó ya hace tiempo, pero no habíamos tenido el gusto de ir hasta ahora. El restaurante será casi sin lugar a dudas el establecimiento mayor del pueblo (¿el único?) y no tiene pérdida llegar hasta él pues está mejor señalizado que el propio pueblo.

¿Qué tiene de particular? Se trata de un local regentado por un cocinero con renombre y experiencia internacional, Miguel García, y su mujer, quienes después del periplo por el mundo deciden volver al pueblo de él para montar su propio restaurante y darle un toque especial.

Nos habían contado un poco por encima como sería aquello, pero mejor os cuento como fue: el salón donde se sirven las comidas consta de un único habitáculo en el que hay unas 10 - 12 mesas, bastante juntas y entre las que se mueven el cocinero y el resto de los camareros. Habíamos reservado y llegamos a las 3 según lo previsto, nos sentaron de inmediato y lo primero que sorprende es la pila de platos que hay delante de cada comensal... por lo menos 5 y otro más grande de base. En una de las pasadas del cocinero, nos comenta "Enseguida estoy con vosotros". Mientras pedimos algo de beber y esperamos escasos 5 minutos hasta que, cogiendo un taburete, se sienta con nosotros y nos pregunta si hemos ido antes. Ante la respuesta negativa nos dice "Vais a comer de lo que hay". Con su gorro y bolígrafo en mano empieza a preguntarnos si hay algo que no nos guste, y va apuntando platos. Después del tercero nos asustamos, pero él sigue apuntando hasta un total de 6. Antes de levantarse nos aclara: nos irán sacando platos hasta que consideremos que hemos comido suficiente, lo haremos saber y parará la procesión.

Finalmente fueron 4 platos y postre. Aquí dejo las fotos:

Primer plato: foi, riquísimo

Segundo plato: judias blancas guisadas, con una salsa buenísima


Tercer plato: hojaldre relleno


Cuárto y último plato: lamina de pasta con gambas


Para terminar, tarta de chocolate

Este fue el menú que nos aplicamos, bastante contundente, pero bueno, a fin de cuentas son cuatro platos a compartir entre dos, por lo que no es tanto. La comida muy rica, para mi gusto lo mejor fue lo primero y luego ya decayendo hasta lo que menos gracia me hizo (pero que estaba bueno) que fue la pasta. Supongo que sería el hambre del principio.

Muchos estarán pensando que pagamos un pastizal por esta comida y más tratándose de un cocinero con cierto nombre... Pues no es nada caro: prácticamente ningún plato pasa de los 10 €. Tomamos una bebida al principio y vino y agua durante la comida. Todo en total superó por poco 20 € por cabeza.

En definitiva, un restaurante diferente, en el que comer cocina cuidada y personalizada, dándonos un paseo por los alrededores de Granada y a un precio muy asequible: recomendable

1 comentario:

  1. Mucho mejor y mas barato que en Navaluenga, que no pasan de sota caballo y rey. Buen provecho.

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